viernes, 18 de marzo de 2011

Till the world ends


Es viernes, y luego de una semana llena de juntas, bomberazos en la oficina, tráfico caótico y clientes más pickies que una niña fresa en edad casadera, lo único que me apetece es una tarde de shopping, una cenita deli con amigos y luego mucha música y gin tonics en una discoteca.
Creo firmemente que para un gay hecho en México, y en casi cualquier otro país del mundo, la discoteca es como la Meca a donde nos dirigimos a liberar nuestro estrés,  a bailar con contoneos shakirezcos, a  cantar a Rafaella Carrá como si no hubiera un mañana y claro está,  si estamos solteros, o hasta casados pero liberales: analizar el ganado para próximas adquisiciones en el mercado de la carne sodomita.
En mi haber generacional tengo una gran influencia de la mítica Babylon de la serie Queer as folk, un espacio en donde los protagonistas se entregaban a la noche sin miramientos (más bien con tocamientos y chupamientos) en una discoteca donde cada noche era una aventura, con música increíble, shows imposibles, hombres sacados de Men´s Health Magazine y ligues por doquier.
En cada discoteca gay del mundo,  con un poco de imaginación, por mas low cost y cutre que sea, cada gay se entrega los fines de semana a su “mundo Babylon”  con la esperanza de que esa sea SU noche, pasarla mejor que nunca, ser el más guapo del lugar, el más cotizado, disfrutar a los amigos, y claro, acabar ligando con un hombre guapísimo, con cuerpazo y que al menos sepa la tabla del 9 de multiplicar y sepa que Pucci no es el french poodle de Gucci.  
Pero cierto es que el salir de fiesta, es un ritual de larga duración;  en mi caso comienza con un buen razonamiento del look para la noche. Siempre he pensado que la moda abre mentes, puertas y piernas, por lo que tomarse un Martini o una copita de vino mientras uno elige la producción para la noche, obviamente bailando al ritmo de Kylie y Gloria Trevi, siempre es estimulante.  Posteriormente es indispensable una ducha relajante, una buena aplicación de cremas y productos que me mantengan aromatizado y congelado en los 29 años por al menos 10 años más y listo: ¡a la calle!.
Los primeros drinks para mí siempre son más felices cuando son con amigos íntimos, óptimos para platicar de las historias de la semana, lo odiosos que son los jefes, lo guapo que es el vecino, lo cuadrada que está la pobre Pé después del parto,  y tomar la suficiente cantidad de Ginebra o spirit del antojo del día para estar alegres, sociables y entonados para la fiesta.
Los gays somos dramáticos en todo, mucho más en las entradas a las discotecas, por lo que una vez dentro del garito, no podemos evitar hacer la primera caminata triunfal con el objetivo de buscar el primer drink del lugar, dejar el abrigo o simplemente buscar un lugar en la pista para bailar.
Al pasar por la noche, reímos, bailamos, damos de vez en cuando una puti-vuelta de reconocimiento al lugar para buscar algún eye-contact  interseante,  pero lo más importante es que nos dedicamos a pasarla bien y gozar con canciones que parece fueron escritas para nosotros, algunas demasiado explícitas como I born this way; pero luego de un par de Madonnas, tres Britneys y como cuarenta David Gettas y Pitbulls, algunos se retiran y otros se quedan para comenzar oficialmente  las rebajas.
Las rebajas en la discoteca gay, tienen aún mas estrés que las rebajas de Inditex, y comienzan formalmente cuando falta poco menos de una hora para que cierren la discoteca,  te has dado cuenta que tu lado mas horny  quiere un galan para la noche, y que por estar siendo seducido por  los elixires de Mr. Hendricks o Mr. Walker o por estar bailando Telephone a la Beyonce; no has concretado nada, solo miraditas.
Es entonces cuando los guapos reales  ya no están (como todas las rebajas, la mejor mercancía se va en temporada) los tipos que antes catalogabas de normales se convierten en Brad Pitt y los feos pasan a la categoría de “interesantes” (deformes pero artísticos como un Picasso). Lo divertido es que nuestro nivel de urgencia sexual es proporcionalmente inversa a los filtros que ponemos para catalogar a los pretendientes;  scary será cuando prendan las luces de la discoteca por el cierre, y te des cuenta que aparte de feo está viejo y que tiene unas pecas que pintan mucho a melanoma,  pero lo peor solo será al día siguiente,  cuando algún amigo bitch te muestre foto del ligue de la noche anterior, te darás cuenta que te morrreaste con el hermano aún mas feo de Mr. Bean.  
Al día siguiente la resaca causada por alcoholes de dudosa procedencia, más los recuerdos de lo mal que besaba el ligue de la noche anterior,  te dejarán unas horas en cruda moral y física; pero lo fascinante es que mientras pase la semana, el estrés te agobie, tengas ganas de atropellar a todos los peatones lerdos de la calle, ese Bryan Kinney que vive muy dentro de ti empezara a crecer, hasta que el  finde siguiente entres por la misma puerta, al a misma discoteca, a pasarla fenomenal y hacer la noche TUYA.
Feliz Finde, a quemar las pistas de baile.

2 comentarios:

  1. Jajaja...Genial!!!! Ciertamente defines a la perfección la noche de muchos. Aunque yo me identifico más con el personaje de Michael Novotny, mas sensiblero y enamorado del frío Bryan Kinney. Quizá porque, a lo largo de mi vida, siempre ha habido un Bryan.
    Y este extra para ti: http://www.youtube.com/watch?v=BuYSrbjpdAk

    ResponderEliminar
  2. No bueno, mejor descripción del "quienvive" en un antro cualquiera!
    Me encantó, me rayó!

    ResponderEliminar