viernes, 8 de abril de 2011

La envidia es como un puñal


La naturaleza humana siempre me ha intrigado. Creo firmemente, por más soberbio que pueda sonar, que somos los animales más interesantes que han poblado este planeta (en este momento mi casi extinta vena de paleontólogo tipo Ross Geller de Friends, se ha apagado para siempre).
Somos seres capaces de amar, de crear, de innovar, de llevar a la realidad proyectos que en un inicio suenan como quimeras, pero que con inteligencia, dedicación y esfuerzo se pueden traducir en soluciones a problemas que nos aquejan a nosotros  a nuestro planeta; somos capaces  inclusive de crear y valorar el arte, plasmando para siempre nuestros sentimientos, ideales y hasta temores.
El problema es que también somos muy capacitados y buenos en eso del odio intenso, en destruir, en discriminar, en invadir, en menospreciar y algunas veces pudrirnos por dentro envidiando a los que nos rodean.
Esta semana, aparte de tener varios increíbles re-encuentros con algunos buenos amigos, seguir avanzando con el trabajo postivamente  y disfrutar de lo mejor del arte contemporáneo en Zona MACO en el DF, tuve la “desagradable” noticia que una de las personas que más quiero en este mundo, ha pasado los últimos meses comentando con los amigos que tenemos en común que he cambiado muchísimo, que soy un fresa (sabemos que sí, pero de los buena onda, no de los culeros) que soy un presumido con mis logros y que me he vuelto algo así de pretencioso como  Paris Hilton pero sin el rosa hasta en las bragas y sin el chihuahua obeso.
Inicialmente la noticia me dio algo de risa, ya que a mi eso de ser “la villana” en una relación había sido algo que siempre se me había antojado, sobre todo después de tanta villana gloriosa que nos han dejado la novelas de Televisa como con Catalina Creel en Cuna de Lobos o hasta la mas reciente Teresa ; pero luego de reírme un poco, me di cuenta que me dolía hasta la médula  la decepción de cómo alguien a quien yo quiero tanto y considero que hago hasta lo imposible por colaborar en su felicidad, pudo decir cosas malas de mí.
A raíz de esta situación, me he cuestionado  mi “nivel de envidia” seriamente, ya que obviamente yo en algún momento he sentido envidia, a la cara perfecta de Jude Law, al guaracanon de 23 cm Lukas Ridgestone o inclusive a la falta de pudor de Britney para salir en sus videos del CD BlackOut más gorda que un luchador de sumo; pero creo afortunadamente nunca he experimentado resentimiento a alguien por estar feliz y lograr los proyectos que se propone; solo alguna vez desee internamente que un amigo que estuvo a dieta por 6 meses engordara un poco porque se veía demasiado bien con unos jeans que yo tenía iguales; pero salvo eso, cosas inofensivas.
Tristemente hay gente que sufre en este mundo, que pasa carencias, que tiene que renunciar a sus parámetros de moralidad o valores para subsistir  en una sociedad donde tristemente  la felicidad se basa muchas veces en lo que tu Visa puede o no puede lograr.  Afortunadamente para mí, tuve la suerte de nacer en una familia en la que nunca he tenido limitaciones o carencias,  ni de amor ni en bienes materiales;  es por eso que para mí es difícil entender que yo pueda hablar mal de alguien porque se viste mejor que yo o porque viaja por todo el mundo; porque yo entiendo y acepto sin problema que hay millones de personas con muchos más recursos económicos que yo, pero también agradezco a la vida que no me hace falta absolutamente nada para ser feliz.
Creo que la envidia mata, probablemente no nos mata al punto de llegar a la tumba; pero si mata gran parte delo bueno del corazón humano y de las energías que tenemos.  Creo que mucho mejor que invertir tiempo con rencores hacia otras personas, deberíamos invertir ese potencial en crecer nosotros mismos como personas, focalizar nuestros objetivos y luchar para alcanzarlos.
Independientemente de las envidias, debo y quiero tratar al ente en cuestión con toda normalidad; aunque me cueste trabajo; ya que intento crecer y madurar, y darme cuenta que una manera en la cual agradezco a la vida todas las cosas que me ha dado, es tratando de ser mejor persona cada día; y porque hoy he decidido al despertar que hay millones de cosas en esta vida que me hacen sonreír, como para amargarme siquiera un segundo de la misma llorando por algo que no vale la pena.
Feliz Fin de Semana.

1 comentario:

  1. Indudablemente tienes razón. Pero no siempre la envidia es mala, a veces consigue que el envidioso se esfuerce en conseguir más logros. Y no deja de ser un piropo que la gente te envidie, eso es que, en el fondo, te admiran.
    Lo más preocupante de tu relato es la posición de quien te contó lo dicho por tu amigo. Los dimes y diretes nunca son buenos. Deja que por lo menos el acusado se explique. Si eliminas a alguien, que sea al trasmisor, porque los dimes y diretes van en dos sentidos, y en cualquier momento podrá ir en tu contra. Te lo digo por experiencia.

    ResponderEliminar