viernes, 9 de diciembre de 2011

Yellow diamonds in the light



Must Soundtrack: We Found Love - Rihanna
Acorde a mi Nuevo estatus geográfico, mi obligación social como Un Gay Hecho en México es en definitiva asistir a todos los eventos must para dicho gremio en México.  El último de ellos tuvo lugar en el paradisíaco Puerto Vallarta, en lo que los “circuiteros” de corazón y cuerpo denominan el Latin fever.
 El viaje prometía por muchos motivos, desde mis acompañantes, tres de las personas que más han lubricado, en el buen sentido de la palabra, mi estancia en la Ciudad de México; una maleta llena de outfits espectaculares; barra libre de alcohol desde la llegada a la sala Premier del aeropuerto y las ganas de disfrutar Vallarta al 1000 que solo te pueden dar 10 días de antibióticos y algunas veladas de monja.
Llegando al aeropuerto, En la camioneta rumbo al hotel, las expectativas sobre el fin de semana fueron en aumento; contingentes de hombres entallados en camisetas de diseñador y lentes ultra oscuros que se dirigían hacia el decadente y maravilloso Viejo Vallarta. Todos con la misma idea de disfrutar del sol, triunfar las 24 horas del día con los ligues más divinos y enseñar  a los 4 vientos con diminutos bañadores los logros alcanzados por intensas horas de gimnasio, temporadas de anorexia a base de cubitos de queso antes del desmayo o porque no, una gran inversión a riesgo hepático de esteroides.
Debo confesarte que más que vacaciones, el Latin Fever cae en la categoría de Juegos Olímpicos, mezclado un poco con Miss Universo, donde competidores de México, USA, Canadá y países aledaños concursan con el objetivo de ganar desde medallas y bandas clásicas como Miss Elegancia, Miss Silueta y Miss Simpatía y porque no, premios un poco más macabros, pero divertidos, como Miss Adicciones, Miss Paquetazo, Miss Atascado y Miss Orgiastico. La diferencia es que aquí la pasarela es arena (con alto nivel de dificultad aún sin tacones) tienes que garantizar un peinado perfecto aún con humedad y brisa marina y aquí poco te sirve tener un doctorado en filosofía o ayudar los fines de semana a instituciones de caridad.
Lo que es cierto, es que todos los competidores para estas Olimpíadas de belleza, tuvieron  a mi punto de vista el premio de Miss Guerreros, ya que en cuerpo propio te puedo confesar que mantener ese intenso ritmo de vida solo lo pueden unas ganas de fiesta de aquí a la luna, mezclada con litros de Cosmopolitans, una dotación familiar de Red Bull (light for sure) y  seguramente para muchos  sustancias que no están aprobadas por la FDA, Ministerio de Salud o ANVISA. La fiesta comenzaba con el copeo playero a mediodía, seguido por más copeo en el atardecer en la del hotel sodomita oficial, seguido por más drinks en los barecitos de martinis, seguidos por fiestas electrónicas que a su vez finalizaban con afters.  Te aseguro que oímos las mismas canciones unas 20 veces cada día, pero lo gracioso es que en cada momento sabían a algo diferente; ya sea por el nivel etílico en la sangre, por la grata compañía o por el único indicador de temporalidad que teníamos: el sol.
Te debo confesar que yo llegué a este evento, con mucha actitud pero poco trabajo muscular; la re-adaptación a México y su deliciosa cocina, así como múltiples eventos de bienvenida y la búsqueda del gym perfecto se derivaron en unas lonjitas que no me permitirían entrar a competencia en condiciones regulares salvo coqueteando con algún juez, o con todos a la vez; pero con la filosofía que Carita mata Cuerpo, Sonrisa mata Cuadritos y Karl Lagerfeld mata al resto (por sus diseños, y por el susto de verlo también) tuve la suerte de conquistar en la White Party en el genial antro Mañana  a uno de los más cutes con unos ojos azules que envolvían y una rubia cabellera de pijo madrileño por la que Luis Miguel en sus mejores tiempos hubiera matado.
Lo gracioso es que luego de dimes y diretes, besos interminables en la pista y una que otra incertidumbre, acabamos intimando como solo dos hombres pueden hacerlo, con el sentimiento de saber que, como diría Rihanna, I found love in the hopeless place.  Terminamos el acto carnal y las promesas de tomarnos unos drinks en la Condesa  intercambiando teléfonos, para luego descubrir que el número que el chico en cuestión me había dado, era falso.
Horas más tarde, y luego de porque no, seguir de fiesta para “quitarnos el mal sabor de boca” me hallé en la orilla de la playa, contándole lo más bello y no tan bello de mi vida a uno de mis mejores amigos, y dándome cuenta que,  aunque me cueste trabajo aceptarlo, tengo miedo a quedarme soltero el resto de mi vida. Y es que aparte del orgullo “herido” por mi primer número falso en mi vida, me di cuenta que por primera vez desde que dejé el mundo del matrimonio  no me disgustaba que hubiera un after luego de un one nite stand.
Y es que cierto es que la fiesta sodomita de soltero puede ser adictiva, cientos de cuerpos perfectos tallados con cincel, rostros que superan al 1000% a la media de la población de cualquier país, poder adquisitivo que solo la carencia de hijos y trabajos excelsos nos pueden dar, tardes y noches de shopping y sobre todo la cantidad de testosterona para  saber que con nosotros nunca aplica un “hoy no, me duele la cabeza”.   Pero lo cierto del caso es que por mi naturaleza “casamentera” que tantas temporadas de Charlotte en Sex in the City grabaron en mi mente y en mi marroquinería Burberry,  por primera vez en mucho tiempo acepté y dije en voz alta, que me daba miedo no volver a encontrar a un Soul Mate.
Me gustaría poder concluir esta anécdota, acorde a los estándares de una redacción con un desenlace, pero lo cierto del caso, es que mi historia, como la de todos los demás no está escrita; y probablemente nunca vuelva a encontrar un príncipe azul o ni siquiera un sapo con promesa que acapare mi corazón, pero lo importante es que al fin reconocí que después de todo, probablemente haya una historia nueva para mi vida en pareja, y aunque ahora no estoy dispuesto a buscarle, al menos ya acepto el hecho de que dentro de un tiempo exista un Sr. Hendricks con el cual vuelva a cometer las mismas estupideces que hice con el Sr. Hendricks Volumen I y con el Sr. Hendricks Volumen II;  pero siempre,  con y por AMOR.
Con cariño desde los aires y volando a NYC para abastecernos de la nueva temporada fashion, un beso con sabor a Bailey´s (porque ya pasó Vallarta y ya podemos consumir carbs)…
André.

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