viernes, 6 de mayo de 2011

One night only, come on baby, come on



En el recuento de mis últimas aventuras Grinderas en Madrid,  he narrado como llegó a mi vida una hombre que movió un poco mis esquemas de soltería, llenó mi cabeza de preguntas y me otorgó algunas respuestas. Esta semana y precisamente hoy El Viajero voló para siempre a Grecia.
Aún con su inminente partida,  pactamos quedar en cenar el martes, a su vuelta de Mallorca y mi vuelta de Milán, para tener al menos una noche más para conocernos, reír y pasar un buen rato. Probablemente mucha gente consideraría esto  con más carga de sado-masoquismo que el In the Tank en el Strong de Madrid; pero a final de cuentas yo quería saber más de este hombre, para al menos saber de que me perdería el resto de mi vida.
La cita fue el martes, el llegaba a las 10 a casa directo del aeropuerto, y yo me comprometí a llevar algo para picoteo; lo que no se imaginaba el chico es que yo pasaría al Corte Inglés y compraría Bagels de Salmón, un espejo de embutidos, Nueces de la india (soy un gran fan) unas cesta de fresas, todo regado por  una coqueta botella de Codorniu rosado que venía en un Gift Set delux con dos copas de cristal.  
Al llegar a casa de El Viajero, un precioso y enorme piso  de paredes blancas inmaculadas donde podría perfectamente vivir Tom Ford o el difunto YSL, donde muebles de diseño convivían con reliquias familiares heredadas,  montañas de revistas de moda y arquitectura de todo el mundo, elementos decorativos comprados en viajes y un olor y sabor a hombre cosmopolita que llenaba el ambiente.  Fue cosa de vernos para besarnos, el sabía levemente a cerveza, yo a vino tinto, tuve la certeza de verlo aún mas guapo que en nuestro encuentro anterior si eso es posible, el me dijo lo mismo, pero que seguía con esos mismos ojos que hicieron que se enamorara rápidamente de mi (me sonrojé obviamente).
Nos trasladamos a la cocina, donde a la usanza de Mary Poppins fui sacando todas las viandas para el picoteo nocturno,  el se impresionó de cuantas cosas caben en una maleta de gimnasio de Massimo Dutti, yo le dije que en este mundo, todo cabe sabiéndolo acomodar, no se si en una declaración inconsciente de mi sexualidad versátil, gracias a Dios no pilló el comentario con este mal (y divertido) sentido. Al tener todo servido, me dijo que le emocionaba que hubiera hecho algo especial para el picoteo y me robó un beso que se volvió interminable, tan interminable que no nos desconectamos mientras me arrancaba mi divina americana azul navy de Purificación García y mucho menos cuando de un tirón me sacó los vaqueros de HE.  Terminamos sin darme cuenta en su cama, donde no contaré detalles por respeto a mis recuerdos, pero solo diré que el chico había hecho valer tanto viaje, porque tenía mucha experiencia en el arte de amar, y de besar, y de acariciar y de… bueno que era sobresaliente en lo que hacía.
Luego de la pequeña muerte, como dirían los franceses, después de mi reglamentaria ducha, al salir vi que había montado un precioso picnic en medio de su enorme salón, con mantel de Istanbul incluido.  Comimos, platicamos, nos confesamos amores pasados, historias, chistes, recuerdos, y todo evolucionó de una forma en la cual pasamos casi 3 horas tirados en el suelo en lo más cercano que he tenido a un picnic nudista, pero en indoors.
El tiempo de irme llegó, había trabajo al día siguiente, y por varios días consecutivos más. Por unos instantes los dos compartimos la ansiedad de saber que te estás despidiendo de alguien a quien aprecias, pero luego como si fuéramos una sola mente los dos caímos en cuenta que nos acabábamos de conocer y que estábamos siendo un poco patéticos.
Hoy vuela a Grecia El Viajero, y con un par de líneas he caído en la cuenta que muchas de las cosas más bellas de la vida son las más efímeras: un atardecer rojo en Mérida, México; la música  en vivo; el vuelo de un ave y tantas cosas que son irrepetibles a su manera e imposibles de duplicar exactamente igual.   He quedado un poco triste de pensar en el “si hubiera” e imaginar una relación con El Viajero,  pero a final de cuentas me alegro de haber vivido por unos días la ilusión de conocer a alguien y quedarme con el buen sabor a boca de una persona mágica, interesante y con la que tuve un magnetismo impresionante.
Es momento de tomar las maletas, sonreír a la vida y volar, ahora  a Paris, para disfrutar de la ciudad luz por unos días, que al cabo, yo también soy un viajero; que ojalá algún día tenga compañero de travesía por esta vida.
¡Feliz Fin de Semana!

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